RAÚL REGUERA: EL RUIDO INCONFUNDIBLE DE LA MECANORAFÍA
La vida cambia a pasos agigantados. Ya apenas escribimos a mano, y por lo visto eso nos hace menos inteligente, según estudios recientes. Acostumbrados a las pantallas, tenemos que admitir que las imágenes se han apoderado de nuestra mirada. Por eso, cuando recibimos este cartón, tan en consonancia con la esencia del arte povera que define al mail art, nos quedamos prendados con las imágenes.
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La superficie, un trozo de universo, que contiene nuestro planeta. Dos caras, y el mapamundi en cada una de esas caras. Al ser esa superficie plana el juego consiste en entender el giro como el modo de ir más allá de las fronteras. Los sellos de artista, completan la obra. ¿Y se acabó?
Pues no, la sorpresa nos la ha dado una alumna (unos 14 años de edad) que preguntó inocentemente: "Maestro, ¿cómo ha puesto las palabras, cómo se hacen esas letras?" Y entonces, tuve que admitir lo mediatizado que estamos incluso los que ya tenemos cierta edad. Pues yo no lo vi o no supe -ciego ya, rodeado por la tiranía de las imágenes actuales-, no supe darme cuenta de el mecanografiado de la dirección, del remitente y del lema de la III Convocatoria.
Tuve que detenerme y hablar largo y tendido sobre las máquinas de escribir. Su uso, su importancia, etc. Pero, sobre todo, intenté explicar lo que supone hoy en día tener la capacidad de mirar atrás y reconocer el valor de ese mecanismo, de ese vaivén de teclas, el interruptor, la guía del papel y con el cuidado que había que ajustarlo, las teclas claves, la de regreso, el tabulador, la cinta, como perdía tinta y mil cosas más.
Todo para que comprendieran el amor depositado en la obra por parte de Raúl Reguera. Sospecho esos momentos en los que el artista sopesa cada decisión de hacer la obra: elegir el cartón adecuado, medirlo, recortarlo. Buscar entre libros de texto viejos y en desuso o en enciclopedias que ya nadie utiliza porque está todo en internet, recortar y pegar los mapas. No de cualquier forma, sino siguiendo una forma precisa, calculando el giro de la postal... Y, entre medias, sacar la Olympia, la Olivetti, la Remington, Hermes, Imperial... Y escribir, como quién escribe una carta de amor, porque cada letra es un espacio único, insustituible, MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS, para enviarlo generosamente a un centro educativo y el alumnado comprenda y reconozca que lo que vale la pena, se hace con esfuerzo, dedicación y amor. Así, más o menos, sospecho que ha trabajado Raúl Reguera su obra. No será un relato exacto, pero se parecerá mucho a la intención del artista.
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