EL MAESTRO MANUEL CALVARRO ENSEÑA UNA REGLA DE TRES


Manuel Calvarro no puede renunciar a su trayectoria profesional. Es un maestro. Un maestro de Escuela, aunque jubilado, y un maestro en sentido artístico: juguetón, provocador, sugerente, crítico. Posee pues todo lo que se le pide a una obra de arte: que nos enseñe, nos emocione y nos haga pensar. Pero, para ello, como buenos matemáticos, vayamos por partes.

La obra de Manuel Calvarro juega con la lógica matemática y la semántica poética a través de una regla de tres que encierra una reflexión crítica y personal para cada espectador, porque no brinda soluciones, plantea, más bien, dudas y preguntas.

Primero: La poesía como la ¿verdad?: Al colocar la verdad entre signos de interrogación, el autor cuestiona su propia existencia y naturaleza. La poesía, tradicionalmente un camino hacia la verdad emocional y humana, se pone en duda aquí como única fuente de autenticidad.

Segundo: Internet como la X (la incógnita): Internet, un espacio vasto e ilimitado de información y desinformación, se presenta como un elemento desconocido, cuya influencia en la búsqueda de la verdad todavía es incierta.

Tercero: La regla de tres: Si X = (Internet * ¿Verdad?) ÷ Poesía, el resultado de esta ecuación depende de cómo la poesía (como filtro humano y creativo) puede clarificar o desvirtuar la presunta verdad presente en Internet.

Y, al final, ¿qué obtenemos?, ¿cómo podemos hacer el cálculo exacto? La cuestión es peliaguda, porque, tal vez, se trata de una contradicción, o mejor dicho, de una fórmula irresoluble. Y lo asumimos. Pero, como espectadores, también podemos añadir algo más, para intentar resolver la regla de tres que nos propone Calvarro como un reto o un desafío. Para nosotros, esta obra propone que la verdad en la era digital es relativa y fragmentada. Internet multiplica las versiones de la verdad, pero la poesía, la poesía visual en este caso, actúa como divisor: su función crítica y estética filtra o matiza dicha información. Si Internet sin poesía resulta un caos, con poesía, con poesía visual, se convierte en un acto de búsqueda, reinterpretación y humanización de la verdad. Y creemos que Manuel Calvarro, como maestro, intenta humanizar al alumnado, porque no hay verdad, por objetiva que se pretenda, que pueda estar al margen de lo humano -de lo humano, demasiado humano, como decía otro gran maestro, Nietzsche. 

Por cierto, en el reverso de la postal, el artista nos dejó el título de la obra, que no podía ser otro.





 

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